Estamos ante la fase más amplia del desarrollo evolutivo de las personas, en la cual tienen especial importancia la interacción con el mundo, con los demás y sobre todo las numerosas exigencias que la sociedad nos plantea. Esta gran fase realmente se subdivide en juventud, adultez y vejez (tercera edad), pudiendo cada una de ellas ser vivida por cada persona, desde lo que podríamos calificar como cierta normalidad, simplemente registrar algún desajuste, o su vivencia representar grandes dificultades y problemas psicológicos de todo tipo.
Pensemos, por ejemplo en la juventud, cuando más fuertes, vigorosos y llenos de proyectos estamos, las dificultades pueden surgir al intentar realizar todas las expectativas que teníamos (y que la sociedad también nos plantea) como por ejemplo tener éxito a nivel profesional o laboral, conseguir pareja, tener hijos, una buena casa, coche, etc., concentrando todos nuestros esfuerzos y exigencias para ello, tanto por parte de hombres como de mujeres, aunque con sus peculiaridades, para muchos hombres verse obligados a afrontar un “reciclaje” en su formación laboral o profesional a una edad tardía es un gran reto, o siempre parece que a la mujer le resulte más difícil conciliar su vida laboral o profesional con la crianza de los hijos y le supone muy a menudo grandes esfuerzos.

A la mitad de la vida aproximadamente, cuando los hijos ya deberían comenzar a independizarse, pueden comenzar a surgir otro tipo de problemas también asociados a la edad y a la salud, en las mujeres están generalmente relacionados con la menopausia y en los hombres pueden empezar los primeros problemas asociados a cambios en su vigor sexual, por ejemplo. Estas “crisis” pondrían también de manifiesto otro tipo de necesidades, quizás más en relación con uno mismo, con la preparación para la etapa siguiente que se aproxima y quizás en relación con la sociedad; si hemos ido “resolviendo” los retos que las etapas anteriores nos han ido presentando con cierta satisfacción y hemos conseguido confrontar la jubilación adecuadamente, quizás sea la vejez la etapa apropiada para plantearnos devolver a la sociedad parte de lo que hemos recibido.

Todos estamos preparados para afrontar con cierto grado de éxito los retos o las dificultades de la vida, aunque en algunos momentos puntuales podamos necesitar ayuda; el quid de la cuestión está en las emociones y en si estas experiencias de vida han servido, o no, para aprender a gestionarlas adecuadamente. Los trastornos emocionales representan un importante problema de salud pública ya que muchos problemas que aparentemente son físicos, como por ejemplo problemas de piel, síntomas gastrointestinales o dolores de cabeza, muchas veces tienen su origen en conflictos emocionales no resueltos y que están encubriendo relaciones de pareja insatisfactorias, problemas laborales o de relación con compañeros, trastornos de ansiedad, ciertas depresiones y un largo etc.
Una vez más como psicoterapeutas, expertos en identificar y comprender estos trastornos mediante una terapia psicológica adecuada, trabajamos con el paciente de forma individual para que revise actitudes y comportamientos que le perjudican o perjudican a otros y para que finalmente puedan formar parte de su haber.