La experiencia de ser padres es una de las tareas más difíciles a la que nos enfrentamos y aunque intentamos hacerlo lo mejor posible, no contamos con un manual. No podemos olvidar, que en nuestra sociedad, la familia juega un papel básico en el desarrollo y maduración del individuo, pues lo somos en relación con otros. Muchos padres con hijos en esta etapa del desarrollo, realizan lo qué significa serlo en toda su amplitud y se dan cuenta de algunas carencias en la educación (en casa y en centros escolares) recibida por sus hijos y que les hubieran permitido hacer frente a tiempo a problemas o a conductas que les causan muchas dificultades como desobediencia, rebeldía, agresividad, y que ponen en evidencia la falta de autocontrol y/o la falta de habilidades sociales.
Es en la adolescencia, cuando tiene lugar la fase determinante de maduración sexual y psicológica, cuando deben dejar atrás la niñez para convertirse en jóvenes, cuando la opinión de los iguales pasa a un primer plano llegando a generarles grandes inseguridades y cuando en los estudios aumenta el nivel de exigencia. Es, precisamente en este periodo tan crítico, cuando los padres pueden llegar a sentirse realmente desbordados y necesitar del psicólogo para intentar reorientar y controlar la situación.

Si a todo esto añadimos una situación de ruptura no bien resuelta en la relación de los padres, tendremos otro factor más de conflictos y conductas desadaptativas a esta edad, (aunque también más tempranamente) pues generalmente son los hijos los que “cargan” en gran medida, con el conflicto sin resolver.
La terapia la realizamos con el adolescente pero con cierta colaboración con los padres (también en este caso, aunque dependerá de la edad), orientándoles y asesorándoles para “desmontar” en el ámbito familiar aquellos actitudes y comportamientos del adolescente que están resultando nocivas para él y su entorno, así como haciéndoles ver qué desacuerdos entre ellos o qué inconsistencias pueden estar en la base de algunas de las conductas desajustadas de sus hijos.
Entre los trastornos o problemas más frecuentes que nos llegan en esta fase, aunque no sean exclusivos de la misma estarían:

• Ansiedad, miedos y fobias.

• Baja autoestima y depresión.

• Problemas de aprendizaje y acoso escolar.